martes, 1 de julio de 2014

UNA VISIÓN ROTUNDA Y REPENTINA



UNA VISIÓN ROTUNDA Y REPENTINA
(Para Ana I. Pérez. y para todas las diosas jóvenes de tantos años,
que siguen siendo diosas y se me aparecen para hundirme
en la miseria de mis años).

Una visión rotunda, repentina
(y en un paso de cebra: ¡qué milagro!),
me devolvió de súbito al pasado,
a ese pasado oculto entre las grises
brumas tiernas que guarda la memoria.
Un saludo efusivo, unas palabras:
“¿qué tal?, ¿cómo te va?, ¡qué alegría verte!”
y cualquier frase más de esas que evocan
recuerdos dulces, circunstancias blandas.

Yo pedí que la vida te regale
todo lo que te puede regalar:
esa belleza limpia, segura de sí misma,
como segura estabas tú cada mañana,
consciente de que todo estaba aún por hacer;
el no llevar las cuentas de ninguna
concreta obligación, esa apariencia
de andar como una musa en zapatillas
por cualquier alto claustro o cualquier calle,
sin prejuicios, partiendo desde cero
en una fiesta siempre sin horarios.

Al trasponer la esquina, tu presencia
dejó la calle a oscuras y vacía,
tal vez con un olor a yerbabuena
o a esa dama de noche que me embriaga
en esa misma calle, flor fragante,
cuando busco perderme en algún parque.

La vida me dejó como sonámbulo
pensando en lo que a mí me ha regalado.
Y comprendí que el tiempo es solo tiempo,
y que pasa con prisa y con sigilo,
aunque a veces destelle y se haga luces
con esas diosas jóvenes que evocan

aquellos otros días ya lejanos.

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