lunes, 26 de mayo de 2014

SOMOS FRONTERA EN TODO


Nos pasamos el día traspasando las fronteras y con la duda a cuestas de cuál es el predio que estamos hollando. Vamos y venimos como caminantes perdidos en medio de la niebla. Tal vez esta misma constancia nos dé a la vez la templanza y la osadía, ese cuarto y mitad que nos empuja y esos gramos de más que nos aquietan y nos dejan en calma, pensando en las aristas de la vida.
Amanece y la vida se muestra compleja y diversa. Porque el sol alimenta deseos, pero también reseca y produce sudores; la lluvia riega pero también inunda; el viento airea, y también remueve y descoloca. Es nuestro territorio un lugar que va a formando los hitos y los límites, pero que no sabemos con qué ánimo nos acogerá y con quién lo tendremos que compartir. Porque en ese territorio buscamos la paz y anhelamos el silencio, pero andamos a la vez susurrando compañía para que nos certifique la pertenencia a ese lugar y a esas repeticiones incansables que hacen de todo un algo reconocible e inexplicable a la vez. Cómo jugamos con esa soledad acompañada y con esa compañía que molesta nuestra soledad. A veces necesitamos el don de la palabra y a veces deseamos escuchar el silencio y advertir la pérdida de lo que da cuerpo a nuestro pensamiento. Con ese don reinamos y con él nos convertimos en esclavos de todo, abrimos y cerramos, entendemos y malentendemos, afirmamos y negamos, convencemos y vencemos, persuadimos y provocamos los rechazos, unimos y desunimos, atamos y desatamos.
Y lo que le sucede a la palabra es don compartido con todos los sentidos que nos conforman y que nos sostienen. Porque ver es con frecuencia actividad de ojos tapados y de imaginación despierta, porque oír se conjuga con silencio y la armonía exige tonos sabrosos y llenos de sabor y de contento; porque huele lo que queremos que huela y pierde su olor lo que no nos satisface; porque el gusto se prenda y se pone en guardia según el condimento y las especias; porque tocar es arte y no materia; porque lo oscuro es claro cuando los ojos abren sus pupilas y el día se hace noche si no vemos aquello que esperamos; porque no hay verdad completa sino sombras que aguardan una ocasión propicia y agujeros que evitan la ceguera y la muerte; porque todo lo que fue fue pero ya no será nunca; porque el tacto se eriza si el cuerpo del delito es bien sabroso; porque amamos y odiamos; porque la envidia adereza tantos éxitos; porque el llanto es de emoción y de tristeza; porque somos día y noche; porque no hay mal que cien años dure ni alegría que llegue hasta el ocaso…

Llega la noche y la luz tiene dudas. El sol se da a la fuga y se acobarda, da la espalda a la noche y se va hasta más allá del horizonte. Y nosotros dudamos entre el día y la noche, en las fronteras del sí y del no, en el borde de la verdad y de la mentira, entre los límites del pasado y del presente, en la vacilación y en el titubeo, y en la incertidumbre de nosotros mismos. Somos frontera en todo y temblor que se agita ante la vida.

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