miércoles, 21 de mayo de 2014

"LAS TRES BODAS DE MANOLITA"


De la media de ochenta libros completos que leo cada uno de los últimos años (me ha dado por apuntar los títulos y las fechas de cada uno y me sale esa media) solo recojo noticias de alguno de ellos. Poco me importaría dejar constancia de lo que me parecen en las formas y en el contenido, pero la certeza de que casi nadie está interesado en mi opinión acerca de los mismos me desanima y me impulsa a dedicar mis esfuerzos a otros asuntos. De algunos sí que anoto breves consideraciones, aunque sea sin formato organizado ni pretensiones académicas.
He terminado la lectura de “Las tres bodas de Manolita”, tercera novela que Almudena Grandes dedica a lo que llama “Episodios de una guerra interminable”, episodios que compondrán una hexalogía cuando termine su plan de trabajo. La escritora se ha embarcado en el esfuerzo casi inagotable de rastrear los retratos y las consecuencias de nuestra guerra incivil. Y lo hace desde diversas aristas, aunque siempre desde el lado moral de los vencidos. Salvando las distancias, los tiempos y los espacios, el empeño recuerda enseguida la labor de Pérez Galdós en sus Episodios Nacionales. La misma autora lo confiesa sin remilgos. De hecho la hexalogía ya tiene títulos para todos los volúmenes, también para los tres que aún no están escritos.
En este caso se trata de una obra coral, a diferencia de la anterior, “El lector de Julio Verne” y, como reza en su cubierta, “Las  tres bodas de Manolita es una emotiva historia coral sobre los años de la pobreza y desolación en la inmediata posguerra, y un tapiz inolvidable de vidas y destinos, de personajes reales e imaginados. Una novela memorable sobre la red de solidaridad que tejen muchas personas, desde los artistas de un tablao flamenco hasta las mujeres que hacen cola en la cárcel para visitar a los presos, o los antiguos amigos de colegio de su hermano, para proteger a una joven con coraje.” Quítense los adjetivos laudatorios, propios de la propaganda editorial, y nos queda un buen resumen de la obra.
Pero eso, por supuesto, es muy poco, es muy escaso bagaje, incluso para una nota a pie de página como es esta. La ventaja de las obras corales estriba en la capacidad que se adquiere de hacer pasar por la escena a todo tipo de personajes, hasta crear una red tejida por todo el mundo, algo que viene a representar con fidelidad la realidad compleja de la comunidad. La desventaja y el peligro se esconden en la misma ventaja: si no se engarzan bien los distintos personajes y las diversas secuencias y escenas, todo se viene abajo, sobre todo la consistencia y la credibilidad.
No sé hasta qué punto Almudena ha conseguido esa cohesión de formas y de contenidos. En todo caso, al lector medio este tipo de presentaciones plurales le resultan más dificultosas de seguir y de interiorizar. No es ninguna crítica, sino una observación que ocupa, creo, toda la novela y toda su lectura.
Almudena Grandes toma partido desde el principio por los vencidos. Para este episodio de la Historia parece difícil hasta imaginar otra posición diferente, aunque de todo hay, pero creo que hay que tener un poco de cuidado a la hora de ser más o menos explícito, en la variable de dar cabida a alguna otra posibilidad, aunque sea parcial y para resaltar más la línea general de pensamiento. Almudena Grandes jamás se ha escondido al respecto y tiene a gala proclamar a los cuatro vientos su ideología política. Esto la honra. Pero advierto también del peligro que puede conllevar en una creación literaria.
Y solo un anota formal. Se trata de las observaciones continuas que intercala en sus narraciones, descripciones y, sobre todo, diálogos. Conozco pocos escritores que den tanto peso a estos intercalados; hasta el punto de que, en numerosas ocasiones, las consideraciones intercaladas pesan mucho más que la acción que se está desarrollando. Creo que no es fácil dominar ese rasgo de estilo y de distribución de contenidos. Almudena lo trabaja minuciosamente hasta convertirlo en el rasgo formal más destacado de la novela. Cualquier estudio formal extenso y serio tendría que analizar lo que digo con precisión y rigor. Como sucede con todo, tiene sus pros y sus contras: por una parte, el narrador dirige hasta en sus últimos detalles al lector en todo lo que acompaña a la acción o al diálogo; por otra, corre el peligro de perderlo y de desviar su atención del contenido central. Cada lector tiene su nivel y su capacidad, e incluso su interés diferenciado. A mí me parece que Almudena domina este rasgo como casi nadie, pero creo también que, con frecuencia, le da demasiado peso. Por ejemplo y al azar más absoluto: “-De nada, preciosa –así comprendí que aquellos puñaditos de almendras fritas, aquellos tacos de queso y de jamón, me comprometían en una misteriosa fraternidad a la que hasta entonces nunca había creído pertenecer-. Yo sé lo que es pasar hambre.”
Nótese el peso de lo que va entre guiones y la diferencia de contenidos con solo haberle dado cabida al principio o al final de la réplica, pero no dentro de ella. No afirmo que sea peor o mejor, simplemente que es muy distinto.

En fin, solo unos apuntes en forma casi de guion, que anotan mi complacencia por esta nueva novela, extensísima novela, de una escritora cuajada y honda. Aguardo la aparición de las tres que restan. Las leeré con interés y con admiración.

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