viernes, 4 de abril de 2014

UN TEXTO DE BAROJA


En “El mundo es ansí”, Baroja traza una semblanza terrible de la España de principios del siglo veinte. A este escritor, con esa velocidad de crucero en la narración que más bien parece un coche de carreras que no se detiene ni a echar gasolina, le da tiempo en una novela para poner ante nuestra vista un libro de postales, cada una de las cuales parece un esquema de ideas y todo él un álbum completísimo. Lo que más poso deja es el ambiente atosigante de deficiencias, de falta de voluntad y de ignorancia, a veces con tintes un poco maniqueos y siempre cargados de negrura y de desesperanza. ¿Qué grado de razón tendrá? El mundo es ansí.
Una de las ideas que lanza como flecha que busca dar en el blanco y cobrar pieza es la que desarrollaron luego tanto Américo Castro como Claudio Sánchez Albornoz, aquella de la esencia de España según la influencia de moros, judíos y viejos cristianos del mundo ibérico. A su interlocutor literario le suelta perlas como estas que entresaco del capítulo “La aristocracia y el pueblo”:
“Entonces, ¿no hay aristocracia?
-          La hay y no la hay. Lo que no hay es una aristocracia que sea lo mejor del país (…) En España hay dos tipos principales: el tipo ibero y el tipo semita. El tipo celta, el homo alpinos mongoloide, no es más que un producto neutro influenciado por los otros dos fermentos activos. (…) El tipo ibero, grave, fuerte, domina en España en la época de la Reconquista, anterior a la formación de la aristocracia; el tipo semita, astuto, hábil, aparece cuando los antiguos reinos moros entran a formar parte del territorio nacional, cuando se forma la aristocracia. El tipo ibero es el hidalgo del campo; el semita, el cortesano y el artífice de la ciudad. Poco a poco, al hacerse la unidad nacional, toda la España semítica crece, triunfa, y la España ibera se oscurece. La ciudad predomina sobre el campo. La aristocracia se forma y se consolida. Probablemente con el elemento más próximo, con el elemento semita (…) En la marcha de España por lo menos ha hecho que el elemento ibero, el elemento campesino, no haya tenido representación alguna. (…) Si hubiese habido un ibero genial como Cervantes capaz de escribir un libro así, jamás se le hubiese ocurrido burlarse de un héroe como Don Quijote; se necesitaba ese sentido anti-idealista, nacido de los zocos y de los ghettos, para moler a golpes a un hidalgo valiente y esforzado; se necesitaba ese odio por la exaltación individualista, que ha sido la característica del español primitivo. (… ) En España puede afirmarse que a mayor aristocracia corresponde mayor incultura, mayor miseria, mayor palabrería. La aristocracia en España va vinculada al latifundio, a las grandes dehesas, a los cotos de caza, que se quieren sin colonos; a la usura, a la torería, a la chulapería, al caciquismo, a todo lo tristemente español, y a estas cosas va unida la degeneración del pueblo, cada vez más pobre, más anémico, más enclenque. (…) Seguramente somos de una enorme incapacidad actual para todo lo que sea orden, ciencia y civilización. (…) Temo que será siempre así; pero ahora hay una secta nueva de europeizadores, que, como usted, no cree en iberos y en semitas, y que dice que todo eso de la raza, de la alimentación, del clima, del medio ambiente, no tiene importancia, y que un negro no se diferencia de un blanco en el color, sino en que el uno sabe matemáticas y lee a Kant y el otro cuenta por los dedos y no ha leído la Crítica de la razón pura. (Interlocutor: -¿De manera que hay esperanza?) – Parece que sí, que hay esperanza.”

Me parece que es un texto que incluye muchos elementos de todo tipo y sesgo para comparar con los de un siglo después. Y me llama mucho la atención la sugerencia que hace al carácter de Cervantes, a su origen y al sesgo que eso le impone a la escritura del Quijote. Buen caso para desarrollarlo en una conferencia, por ejemplo.

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