martes, 15 de abril de 2014

QUÉ DIFÍCIL VIVIR SIN ÍNTIMA CERTEZA

QUÉ DIFÍCIL VIVIR SIN ÍNTIMA CERTEZA
Qué difícil vivir sin la íntima certeza
de que sucede algo porque es inevitable
que tenga que cumplirse, aunque el azar 
se ponga por delante y no respete
ni el deseo más sencillo y más humilde.

Y, sin embargo, es ley que no haya leyes
a la vista del tiempo y del espacio,
tan solo sobresaltos y agradables
sorpresas que compiten con su engaño
y se ríen
sin tener compasión ni condolencia:
un amor que se quiebra,
 o tal vez se requiebra;
la tarde que se pone su vestido
       de color amarillo; una palabra
      que aparece sin causa y se descubre
      exacta y solidaria con las otras;
      un dios que aguarda turno en una esquina
     para explicar tal vez lo inexplicable;
     tal vez un dios menor que, de la mano,
     te lleva de paseo a cualquier parte;
la ley gravitatoria que, oh sorpresa,
esta vez no gravita ni a empujones;
cualquier papel perdido en un bolsillo
que guarda en gris oscuro la  memoria
de un beso ya olvidado y solitario.

Dadme al menos un punto que me sirva
para apoyar mis manos y mis brazos,
aunque sufran y sangren y se agiten,
aunque duela saber que causa heridas

cada vez que me acerque a interpelarlo.

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