jueves, 2 de enero de 2014

PRIMER DÍA


Aunque aparentemente esta ventana suma y sigue, es un corte en el camino, en un camino que inicia ya la decimocuarta estación en este formato, pues cada una de ellas empieza con el año y termina con él. Por eso es casi obligado parar, templar y mandar. Como si de una plaza de toros se tratara. Quiero decir que la tradición manda revisar la etapa anterior y organizar o atisbar al menos la que ahora comienza.
No tengo ninguna gana de hacer tal ejercicio, así que las primeras líneas son para constatar que ese repaso queda ya en las 260 páginas que conforman los ejercicios del último año y que el presente se presenta nuboso y sin entusiasmo especial, pero que el tiempo cambiará y que el día a día será el que marque la pauta. Mi día a día y el día a día de los demás. Porque sigo pensando que el mundo es mi mundo, el que yo veo, toco y pienso, el que alcanzan mis sentidos y mi pobre mente; pero sé que mi mundo me lo conforman los que me rodean física y mentalmente, que, al menos, yo soy yo y mis circunstancias, si es que no soy solo mis circunstancias.
En esa ida y venida sin solución de continuidad se irán rellenando estas líneas y se irá abriendo y cerrando esta ventana. Es una ventana que se abre primero para mí, pero enseguida para cualquiera que quiera asomarse para ver qué hay dentro. De modo que tiene dos partes en una misma solución. Por una parte la posible exhibición del que la abre, y por otra el posible reflejo de quien le echa un vistazo y tal vez, por analogía o vete a saber por qué, se sienta concernido y tocado en alguna fibra. Yo, que considero el pudor como algo constitutivo de mí mismo, no dejo de reconocer que me asomo tal vez demasiado y que en tantas y tantas páginas termina por encontrarse casi todo de lo poco que se puede saber de mí. Espero que el pudor sea también lo que anime al curioso, aunque un pudor relativo y compartido. Solo así merecerá la pena, se aparecerá algún día el sol y otros dejarán su poso de nublado y de lluvia entre todos.

Porque las constantes vitales, a pesar de todos los pesares y de todas las contradicciones, siguen siendo las mismas, hasta reducirse a una: solo quiero querer y que me quieran. He dicho quiero, no en qué condiciones, porque eso ya es harina de otro costal y de más difícil molienda. Vale.

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