miércoles, 20 de noviembre de 2013

POR TODAS LAS DEMÁS RAZONES


Me parece que hoy se cumplen dos años de la victoria política del PP en las elecciones generales. Andamos ya al menos por la mitad de la legislatura y eso suele marcar una inflexión en las políticas de los gobiernos, Normalmente, a partir de este momento, se dedican a pensar más en las siguientes fechas electorales y a ellas adaptan las nuevas legislaciones, de manera que suelen ser más complacientes y más populacheros en las normas. Será bueno, por tanto, mirar todo en perspectiva y a largo plazo, tanto para lo mejor como para lo peor.
Pero ello no debería impedir hacer un balance de lo realizado hasta ahora, sobre todo porque suele representar aquello en lo que una formación política más cree, aquello que continuaría haciendo si la perspectiva de nuevas elecciones no los refrenara y les impulsara, por mitades, a templar gaitas y a rondar la línea de la demagogia.
Estoy convencido de que la realidad social es algo mucho más complejo de lo que marcan los consejos de ministros y el BOE, y que olvidarse de las realidades internacionales, de los medios de comunicación, del avance histórico en general, de las fuerzas vivas que siguen ahí impertérritas y desafiantes, y de un montón de variables más, es engañarse y engañar. Pero algo sí que tendrá que ver el Gobierno con lo que pasa.
Y mi impresión y resumen resultan muy negativos. Si uno se escuda solo en las herencias recibidas, y además lo hace interpretándolas torticeramente y sin objetividad, los análisis se vuelven equivocados e interesados. Pero, aun admitiendo la realidad de herencias negativas, habría que juzgar entonces los adelantos conseguidos en relación con aquella situación de la que tanto uno se queja. Si tan mala era, la mejora por comparación resultaría casi inevitable.
Pues no son esos los resultados que se consiguen. En materia económica, salvo en alguna de esas que llaman las grandes cifras, y solo en algunas, todo anda manga por hombro: deuda pública y privada, morosidad, sueldos, poder adquisitivo, sectores de población en la pobreza, privatizaciones…
Y después vienen los otros empobrecimientos, que, para mí, son mucho más insoportables que el llamativo y cegador de las cifras, y que dan fe de la miseria verdadera de una comunidad. Algunos de estos empobrecimientos tienen que ver con la Reforma Laboral, que ha dejado a la intemperie a los obreros y a merced de lo que individualmente quiera hacer con ellos el patrón, la desregulación de vida que eso supone, el desánimo personal al que conduce, la absoluta falta de perspectiva vital que comporta, el individualismo y egoísmo en el que nos instala a todos, la desconfianza que provoca entre todos, la falta de solidaridad y el sálvese quien pueda en los que nos movemos cada día más, la resignación y la falta de reacción que han conseguido estas normas, tal vez por la evidencia de que en solitario apenas se puede conseguir nada… Si a ello le sumamos el comportamiento personal de un buen número de dirigentes políticos, la falta de honradez y de ejemplo en sus vidas y acciones, el tenebrismo del mundo religioso, que vuelve con tanta fuerza…, el panorama es de susto y de miedo.
Todas estas me parecen miserias infinitamente superiores y de más difícil solución que las del PIB y las de la macroeconomía. Y de estas casi nadie habla, o no quiere hablar.
Desde mi puesto de observación constato que los recursos, tanto humanos como materiales,  son superiores a los que en cualquier momento anterior pudieron existir y que lo que falla más que una escopeta de feria sigue siendo la distribución de la riqueza. Y, en este asunto, andamos marcha atrás, y magnis itineribus, que diría el clásico.
Es, pues, asunto de escala de valores, de sistema de vida y de raíces e ideología. Por supuesto que es un asunto ideológico. Como todo, por otra parte.
¿Tan poderosos son los medios como para impedir que no se pueda plantear el sistema como modelo? ¿No se puede al menos suplicar que se dulcifique un poco el que tenemos y que no se aplique en su versión más egoísta y alejada de la igualdad?
Porque, a mí, que gane o pierda el PP me importa, pero infinitamente menos que la paz social y la conciencia de que la riqueza y las miserias nos las repartimos  equitativamente, y de que el futuro no es que gane uno u otro sino que ganemos todos.
Una vez más me gustaría gritar que si estoy en contra de cualquier medida no es porque sea ideológica, hecho que, por el contrario, aplaudo, sino por la ideología que la inspira. Es contra esa ideología contra la que me rebelo. Contra las leyes me rebelaré como consecuencia lógica.
Es, pues, la ideología de derechas la que dicta estas leyes y la que provoca la escala de valores que comportan. Como estoy disconforme con esa ideología, me opongo a las normas y a las personas (en su actuación política) que las representan.

No tengo mucho que celebrar en este segundo aniversario. La vida me ofrece otras muchas razones diferentes para levantar la copa y apurarla entera. Va por todas esas otras razones.

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