domingo, 27 de octubre de 2013

EL ENVEJECIMIENTO DEL PRESENTE



De nuevo vuelvo a hacer acopio de palabras escritas por Antonio Muñoz Molina. Son palabras que me reconfortan en esta tarde luminosa de domingo y que me cambian la imagen  de felicidad que durante todo el fin de semana me ha regalado mi nieta Sara. Hacen referencia a ese sentimiento tan extendido en nuestros días y que tan de cabeza nos trae, y, por desgracia, nos traerá en los próximos meses. Entre mirarnos el ombligo y quejarnos de todos los demás anda el juego. Pienso, de nuevo, en la importancia para la comunidad de mirar serenamente hacia el futuro, de no sentirse ni más ni menos, sino todo lo contrario, de no perderse en el pasado pero no olvidarse de él, y de considerar que somos lo que somos lo mismo que podíamos ser sencillamente algo distinto.
“El coraje patriótico llevado hasta el sacrificio personal convierte místicamente la derrota en redención (…)
Victimismo y narcisismo son los dos rasgos del nosotros intacto que las clases políticas y sus aduladores y sirvientes intelectuales han levantado en cada comunidad, prescribiendo o dejando al margen no solo cualquier referencia favorable al marco político común sino casi cualquier noción adulta de ciudadanía. El lugar de nacimiento no es un hecho accidental, sino una marca del destino y un motivo de orgullo. Sin hacer más esfuerzo que el de ser de donde eres ya posees el privilegio de un origen único, que por un lado te ofrece la confortable posibilidad de contarte entre los perseguidos, las víctimas y los héroes,  sin necesidad de padecer personalmente ningún sufrimiento.
Lo que te falta es porque te lo han quitado ellos, los opresores extranjeros; de lo que va mal son ellos los que tienen la culpa. Ellos quemaban herejes, invadían América, exterminaban indios, expoliaban aquellas tierras igual que han expoliado la tuya, eran xenófobos, eran sexistas, practicaban el tráfico de esclavos, carecían de conciencia ecológica, no se cambiaban de ropa interior. Mientras tanto, tu pueblo, que ha amado siempre la paz pero que no ha dudado en levantarse en armas cuando se lo agredía, que ha recibido siempre cordialmente al forastero pero nunca ha perdido ni dejado que se diluyera su idiosincrasia, ha hablado la lengua más antigua del mundo, ha creado las rutas comerciales más civilizadas y prósperas por todo el Mediterráneo, ha pintado las cuevas de Altamira, ha inventado esa maravilla de comunicación que es el silbo canario, ha forjado las primeras muestras escritas de la lengua castellana, ha cultivado con el mismo éxito las artes, las ciencias, el regadío, los deportes, ha vivido en armonía con la naturaleza, ha levantado la mezquita d Córdoba, la Alhambra , la Sagrada Familia, la catedral de Santiago de Compostela, los monumentos megalíticos de Mallorca, ha sido considerado el más hospitalario de la Tierra, ha mantenido caminos de peregrinación que ya existían antes del Imperio romano, ha manifestado siempre un respeto especial por la igualdad de la mujer y quizás hasta por los derechos de las minorías étnicas y sexuales, ha practicado desde muy antiguo formas de vida comunitaria y democrática, ha criado razas de gallinas o de burros o de abejas tan singulares que no existen en ninguna otra parte, y que desde luego no tienen nada que ver con las mediocres razas de gallinas y burros y abejas españolas, ha preservado esas tradiciones que por fortuna siguen vivas todavía, o puede que hayan tenido que ser recuperadas del abandono en que cayeron por culpa de la malevolencia de los ocupantes, danzas, cantos, costumbres, indumentarias, recetas de cocina, carreras de toros, cultos marianos, deportes autóctonos, que por su belleza y su autenticidad no tienen comparación en el mundo.
Que la mayor parte de todas esas tradiciones ancestrales fueran inventadas, como en el resto de Europa, hacia la segunda mitad del siglo XIX, cuando no ya bien entrado el XX, no tiene ninguna importancia. Lo que algún historiador llama “el envejecimiento del presente” responde a una idea halagadora del tiempo que permite sufrir siempre como recién recibidos agravios que, si fueron ciertos, los padecieron otros hace siglos: pero también celebrar como propios, y envanecerse de ellos, logros o aciertos de desconocidos que llevan  muertos miles de años, y que sin embargo forman parte de ese nosotros entre publicitario y místico del narcisismo colectivo.”
Vaya guasa la del amigo y qué crítica tan certera para las Españas tanto de la charanga y la pandereta, como para aquella más provinciana y separadora. Otra foto de España en blanco y negro.

Menos mal que Sara lucía hoy, como siempre, unos colores que llenaban todo el arco iris. Me gustaría que, cuando llegue su momento de conciencia colectiva, se encuentre un panorama más sosegado y amplio, menos crispado y más ilusionante, más racional  y menos instintivo, más colectivo y menos egoísta, menos tribal y más sin fronteras. Ojalá.

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