miércoles, 22 de mayo de 2013

UNA HISTORIA DIFERENTE


                                                       
Llevo bastantes horas y días recopilando documentación para lo que tiene que ser una parte fundamental de un libro que verá la luz en el otoño. Se cumple el cincuentenario de la apertura del Instituto Ramón Olleros en Béjar. Allí he gastado mis energías y para mí supone muchísimo esa casa.
La documentación es interesantísima, y espero que lo sea más cuando se vea reunida y ensamblada. Hoy tomo una copia de una de las emisiones radiofónicas que algunas personas realizaron en lo que entonces se llamaba Radio Béjar, animando a la gente a participar en la compra de bonos para la reconstrucción del edificio. Se trata de un maestro conocido en la ciudad que hizo también suya la causa. El texto interesa por venir de alguien del mundo de la educación y por los matices de todo tipo que incorpora, no solo sociales sino culturales, pedagógicos, políticos, económicos…
Este es el texto:
Necesidad y conveniencia de un Instituto en Béjar. Charla radiofónica que el 2 de junio de 1961 dio por Radio Juventud de Béjar don Crisanto Díaz Rey
Bejarano: Radio Béjar me brinda la oportunidad de hacer llegar hasta ti, no la voz del que clama en el desierto, sino la del que está convencido que sabrán escucharlas con ese interés que inspiran las cosas grandes, las cosas que, como en este caso, pueden llevar a tu hogar la transformación radical en un futuro no muy lejano.
El cariño que siento por ti, por tus cosas, por tus hijos, ha hecho que me embarque en esta aventura, para mí costosa, en la que mi conocimiento de la enseñanza y mi amor por la misma viertan en tus oídos palabras de ánimo, si es que temes; de certeza, por si dudas; de ansias de ser más, si creyeras cortados tus horizontes y te conformaras con ser menos.
Te supongo, mientras me escuchas, rodeado de los tuyos y acaso hayas interrumpido con tu esposa, para escucharme, el tema siempre ingrato de ver cómo solucionas los múltiples problemas que la vida te plantea. ¡Cuántas veces ilusionado empezaste a soñar despierto con ese hijo que tienes en la Escuela y le viste colocado en lo que sería tu más caro deseo! ¡Cuántas otras le miraste superior a ti porque hiciste, soñabas, el esfuerzo superior a tu poder por conseguirlo! Y aquellos ojos cerrados para todo lo que no fuera tu sueño, cuando tuvieron que abrirse a la realidad, te hicieron ver a través de sus pupilas la temible realidad, y te asomaron al derrumbamiento del castillo que en sueños levantaste. ¡Si pudiéramos, comentas con tu esposa, dar al chico el Bachillerato! Pero entonces surgen ante ti, como palabras que representan lo inaccesible, los nombres de Plasencia y Salamanca. Sí, ahí, cerca de ti, se encuentran estas dos ciudades que podrían hacer realidad tus sueños; que en unos años te devolverían al hijo con un flamante título de Bachillerato, llave para mayores empresas.
Corto espacio te separa de una y otra si lo cuentas en kilómetros, pero grande, inmenso, casi infinito, si lo reduces a dinero.
Esta distancia que el tren o el coche salva en dos horas, al hablar de moneda se levanta entre ti y esas ciudades como ingente montaña ante la cual tu débil economía es incapaz de abrir el túnel que haga viables tus deseos.
Y entonces surge el ¡ay! hecho dolor. ¡Ay, si lo que tienen Plasencia y Salamanca lo tuviera Béjar.
Pocos metros separan tu casa de ese hermoso edificio, archivo de recuerdos históricos de nuestra ciudad, que llamamos Palacio de los Duques y que hoy, casi en ruinas, parece como si cada piedra, al desplomarse víctima del roer de los tiempos, llevara escrita en su dura materia la palabra ingratitud.
Ahí sus galerías y sus salas parecen esperar la voz de tus sacrificios, para hermosearse y ofrecerte después para los tuyos lo que de otro modo no podrás conseguir.
Hecho Instituto lo convertiste en capital que va a devolverte, año tras año, como interés, cuando tu hijo estudie, el costo de su pensión, los gastos de tus desplazamientos, la economía en su vestir y en su calzar, en su gastar, en su fácil vigilancia, y lo que aún es más, en esa cultura y preparación para la vida que de otra forma no hubieras podido darle.
Y espera, queda aún más. ¡Cuántas veces habrás pensado también, al pasar junto a esa Escuela de Peritos, que tu hijo pudiera pasear por sus galerías libros bajo el brazo! ¡Acaso te lo hayas imaginado con su flamante título de Perito, solicitado, ¿por qué no?, por la misma empresa en la que tú trabajas!
Pues mira: La puerta de ese noble Centro se abre con una llave que se llama Título de Bachiller.
Ahí tienes cómo Béjar puede darte lo que nunca podrás arrancar de Plasencia o Salamanca. Y no porque estas ciudades no cuenten con medios para ello, sino porque es a ti a quien te faltan los necesarios para enviar allí a tus hijos.
Has hablado en casa con calor de la idea; la has discutido en la fábrica, en el bar, en el Casino con tus compañeros y amigos; has criticado, acaso, la forma de llevar a la realidad ese hermoso proyecto que, con solo su iniciación, es digno de hacer figurar a quienes lo alumbraron en los anales de esta noble y heroica ciudad.

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