sábado, 6 de abril de 2013

PUERTOPOMARES // BÉJAR


Hago recuento y ordeno datos de nombres y obras de literatura que tengan que ver con Béjar para un capítulo de la Historia de Béjar, Tomo II. Ya va el trabajo muy adelantado.
En el apartado de autores que hayan situado sus creaciones –de manera más o menos real- en esta estrecha ciudad, figura un autor para mí desconocido: Eduardo Zamacois. Pertenece a ese grupo de novelistas de primera mitad del siglo veinte que hasta ahora siempre quedan en segundo escalón en favor de los poetas. El exilio y otras circunstancias los han mandado al olvido en buena parte y no será fácil su recuperación si no es para círculos muy minoritarios.
Eduardo Zamacois nació circunstancialmente en Cuba y tuvo una vida muy azarosa, sobre todo en lo sentimental. Vete a saber hasta qué punto responde a la verdad tanta fanfarronería. Pero esto aquí importa muy poco. Sí interesa destacar que es autor de una novela que se desarrolla en la ciudad de Béjar. No tengo ningún dato que certifique su paso por aquí, ni conozco a nadie que pueda dar certeza de ello. El caso es que dio a la imprenta la novela titulada “El misterio de un hombre pequeñito”. La novela recoge la historia de un personaje que responde físicamente al apelativo del título: “pequeñito”, cuya fortaleza sexual y poder de hechizo entre las mujeres de la ciudad puede dejar asustado a cualquiera.
Tendré que dar cuenta de ella, aunque solo sea para que se conozca su existencia. Bien merecería una charla distendida y hasta un estudio detallado.
Hoy copio aquí unas líneas de dibujo de la ciudad, en la novela Puertopomares:
“Es Puertopomares un lugarejo salmantino de seis mil habitantes, situado en las ondulaciones menos ariscas de la fragosa sierra de Gredos. Hállase enclavado sobre el lomo de un altozano estrecho y largo, circuido por una breve campiña que, muy luego, arrepentida de su humildad apacible, trepa veloz y ambiciosa por todos lados hasta ser orgullosa montaña; y así el pueblo queda hundido en el centro de un anfiteatro ciclópeo alrededor del cual los altos cerros coronados de castañares, de alisos, de copudos tejos, de nogales y de chopos, componen fabulosas praderías. En aquel escenario abrupto, puesto a cerca de mil metro sobre el nivel del mar, los accidentes atmosféricos tienen energía extraordinaria: las nevadas son terribles, el calor asfixiante, las lluvias torrenciales y furiosas, y los vientos y el trueno suscitan en las concavidades graníticas le la cordillera ululeos y resonancias imponentes”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pelín pasada de moda la expresión esa de estrecha ciudad. En todo caso estrecha fisicamente pero, por suerte, ancha de pensamiento.