jueves, 4 de octubre de 2012

RESEÑA


Y, por la misma razón, recojo también esta otra.
FRAY FRANCISCO YAGÜE
“HISTORIA DE LA IMAGEN DEL CASTAÑAR”
 Salamanca, 1795
Reed. Facsimilar AGH Impresores, Béjar, 2012
Todas las comunidades buscan por diversos métodos la manera de hundir sus raíces en un hecho que les dé consistencia y que aglutine al menos parte de sus aspiraciones en el tiempo.
Afirmaba Ortega que el ser humano no tiene naturaleza sino solo historia. Si así fuera, reconocer los más importantes hitos del discurrir de la comunidad y ensartarlos en una lógica de causa y consecuencia tendría que desembocar en la explicación de lo que en el presente somos, pues seríamos esa suma del pasado y nuestro deseo de porvenir. Y cuando se dice aquí historia, se quiere decir todo tipo de acontecimientos, con fundamento y documentación o simplemente inyectados en la imaginación del colectivo por los motivos más dispares. En el fondo, tal vez no haya nada azaroso sino hechos para los que no hemos encontrado, o no queremos encontrar, causa y razón.
En el imaginario de la ciudad de Béjar no sucede nada distinto. El índice que encabeza el libro de su historia está compuesto por una serie de sucesos a los que una buena parte de sus habitantes se agarra con fuerza. Y las raíces han llegado a hundirse tanto en la tierra, que no resulta sencillo sentarse a su sombra para reflexionar con serenidad y con razón.
Uno de ellos es, sin duda, el que refiere todo lo que tiene que ver con la Virgen del Castañar: su aparición, su ermita, su devoción, su novena, su coronación, su patronazgo…
Quizás no sea el lugar más apropiado para indagar acerca del valor y el sentido de la religión en las comunidades, pero, al menos habrá que dejar constancia de su sentido de unidad, en el sometimiento, frente a la diversidad de la razón, siempre plural, siempre al alcance del esfuerzo mental de todo ser humano, siempre facilitando la posibilidad del razonamiento, de la opinión y de la propuesta de cambios desde la igualdad de oportunidades.
Tampoco es el sitio de describir el ambiente de los siglos del medievo en España, ambiente que facilita la repetición de apariciones marianas en casi todos los lugares y el desarrollo de una devoción que se extendió por todas partes. Es el caso que también en los montes de Béjar se produce, según el imaginario popular y colectivo, la aparición de una virgen en condiciones especiales, y que el imaginario de esa aparición da lugar al desarrollo de toda una devoción que se mantiene hasta nuestros días. Sería muy interesante que algún historiador no dogmatizado se animara a describir y a ordenar cronológicamente los documentos que nos van dando cuenta de este fenómeno en la historia de Béjar. Con otros sucesos ya se ha intentado con seriedad. Así el caso de los Hombres de Musgo. No quiero augurar ningún resultado para no desanimar a nadie, pero me parece que se haría un gran favor a la comunidad animando a cada cual a poner cada cosa en su sitio, con serenidad, con rigor y sin dogmatismos.
En todo caso, uno de los documentos que mejor refleja el estado de este hecho de la Virgen del Castañar es el que representa el libro “Historia de la imagen del Castañar que se venera en la villa de Béjar”. El libro fue escrito por el franciscano padre fray Francisco Yagüe, Predicador General de la Religión de N.P.S. Francisco, y publicado en Salamanca, año 1795. Este mismo año de 2012 ha sido reeditado, en forma facsimilar, en Béjar, AGH Impresores. Recorrer sus páginas puede darnos una idea esclarecedora de este asunto.
El libro está compuesto por dos partes. La primera contiene todo lo relacionado con la aparición: paisaje, circunstancias, fundamentos, descripción de la ermita, favores religiosos… La segunda es un conjunto de ejercicios propuestos para alcanzar favores de la Virgen. Entre ellos se incluye la propia novena.
Sin duda, la parte de mayor interés resulta ser la primera pues en ella se describe, de una manera idílica, el paraje, “se insinúan las circunstancias que hacen venerable este Santuario”, se predican los “fundamentos, sobre los que se cree esta aparición”, se da cuenta de la propia aparición y de las fuentes en las que se basa la descripción de tal hecho: “Discúrrese sobre el paradero de la información, y hácese una breve descripción de la Ermita”, y se concluye con los “Beneficios y favores concedidos por la Virgen a los devotos que esta Imagen veneran”.
Cabe destacar, de entre todo el texto, dos hechos que me parecen fundamentales. El primero es de tipo literario y viene a cumplir la exactitud del tópico que imagina el paraje como un vergel, como un locus amoenus en el sentido más clásico: “Su deleitable amenidad forma en la primavera y verano un agradable objeto, que con variedad de fuentes y cristalinos arroyuelos, que deslizándose de peña en peña se precipitan para regarle, con su verde frondosidad y brutesca hermosura, recrea apaciblemente el ánimo y la vista a los Racionales. Abunda este Monte de yerbas medicinales, que exhalan de sí efluvios y aromas saludables; porque las Aristoloquias, las Peonías, las Angélicas, el Lirio purpúreo, el Polipodio (…); y en fin otras muchas plantas emolientes, catárticas y balsámicas brotan para beneficio nuestro, en lo delicioso y fresco de sus regatos, secadales y praderas. Están sumamente adornadas las verdes faldas de él con una ancha fimbria, o ribera de Huertas, que fertilizadas con el copioso riego que baxa de los manantiales, regalan al mismo tiempo que con todo género de legumbres, con una multitud de fresas tan sabrosas y sazonadas, que excitan igualmente a la curiosidad y al apetito.” Pg. 2-3 Como para ir de tonda una vez a la semana o para comparar con la apropiación que del monte hemos hecho en nuestros días.
El segundo hace referencia al carácter y fundamento de la propia aparición. Teniendo en cuenta la situación general del siglo en el que se sitúa y el hecho de que el autor sea un clérigo, podríamos esperar otros elementos de justificación. No los hay. Tal vez sencillamente porque no es posible tenerlos. La historia es una cosa, la leyenda es otra, las tradiciones, otra más. Y no son siempre coincidentes, por supuesto. Después, los años y los siglos han ido engordando aquello que más interesaba a quien tenía poder de influir y medios para hacerlo, y el resultado es el que es. Esto reconoce fray Francisco Yagüe: “Deseando con vivas ansias hallar la información auténtica de este peregrino prodigio; al practicar las diligencias de franquear el Archivo de la Villa, para revolver y registrar papeles, se me heló la sangre, quando el Escribano me aseguró que faltaban los legajos pertenecientes al año de 1400, y los papeles pertenecientes al de 1500, y lleno de frialdad, dexé la pluma desistiendo del asunto. Pero contando esto mismo a algunos sugetos de no vulgar juicio, me entregaron (sacándolos de sus papeleras) unos fragmentos y traslados que la refieren; los que aunque no son documentos auténticos, sería una especie de crítica que degenera en protervidad y dureza, el tenerlos absolutamente por embuste y ficción; máxime cuando concuerdan con la tradición que viene de unos a otros”. Mira tú por dónde, otra vez se nos perdieron los papeles y hay que dar pábulo a la tradición y a lo que se cuenta por ahí. Esto es poco serio.
Por si acaso, sería bueno que cualquier historiador sesudo intentara secundar el esfuerzo de fray Francisco Yagüe y buceara hasta encontrar algo fidedigno y sensato que certificara con datos la aparición de la Virgen en el monte. Sin duda, daría fundamentos y solidez a esa tradición que congrega a tantos ciudadanos y que sigue siendo uno de los elementos esenciales en el imaginario de la colectividad bejarana. Por desgracia, no lo va a tener precisamente fácil.
Mientras tanto, sería bueno que, serenamente, nos situáramos en una posición de cierta cordura y raciocinio, para podernos entender en nuestra convivencia. Y mejor aún si leyéramos el libro para tomar posición propia.

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