miércoles, 18 de julio de 2012

POR SI NO ESTABA CLARO

Me sigue alegrando recibir textos en los que uno se siente reconfortado porque dicen, a su manera, más o menos lo mismo que uno piensa desde hace mucho tiempo. Al menos así no se siente uno por un ratito rara avis ni un fantasma por las calles.
Leo un texto de Esteban Cabal en el que se desarrolla la evidencia de la casi desaparición de las Naciones-estado y el poder casi absoluto de las corporaciones económicas supranacionales. En Europa, en los momentos actuales, lo podemos comprobar muy fácilmente, pero en otros continentes aún la evidencia es mayor. Se alegra por el mal menor que supone la importancia creciente de los llamados países emergentes (Brasil, China, India…) como forma de hacer frente a esa globalización salvaje que se ha apoderado de todo y que ha concentrado las decisiones en manos de unos pocos jefes de entidades financieras, anulando de esa manera cualquier atisbo de democracia real. Sus tentáculos llegan, desde las entidades financieras a todos los apartados estratégicos de la economía: productos alimenticios, medicinas, materias primas… Y mueven al mundo y a los gobiernos como si fueran simples marionetas.
Un par de datos escalofriantes, que dejan a uno helado, incluso en estos días tórridos del verano: a) Muchas corporaciones (sobre todo bancarias y algunas muy opacas) poseen más fuerza que muchos países enteros; b) La masa monetaria mundial es de casi mil billones de euros, mientras que el PIB de los países asciende solo a unos sesenta billones de euros (datos del propio Cabal). O sea, que se está especulando siempre, haciendo números en el aire, haciendo subir y bajar bolsas, arruinando o levantando países según la voluntad solo financiera, en una proporción de 16 a 1. Lo que, en román paladino, significa que todo es mentira y que solo se trabaja poniendo o quitando ceros a las cuentas desde un despacho y con un güisqui en la mano, según la voluntad y el poder de unos poquitos.
A partir de aquí, copio sus propias palabras y sus propios consejos, que suscribo totalmente:
      “Vacías de contenido, de competencias efectivas, las naciones-Estado son cáscaras huecas, cadáveres, un emergente poder privado global ha decretado su caducidad y tenderán progresivamente a desaparecer.
      Por tanto, después de 200 años de vigencia de un modelo político mundial basado en los Estados-nación, nos encontramos por primera vez ante la aparición de un nuevo modelo que amenaza a la humanidad con desmantelar el Estado del Bienestar (consolidado a través de un siglo de luchas y conquistas sociales), y con la instauración de un Gobierno Mundial privado de corte plutocrático.
      La caída del muro de Berlín en 1989 puso fin a la guerra fría y a un mundo bipolar. Muchos creyeron adivinar el advenimiento de un mundo unipolar, dominado por occidente, con Estados Unidos a la cabeza. Sin embargo la globalización ha tenido también otra consecuencia colateral: la irrupción de los llamados “países emergentes” en la escena internacional. Con el BRIC (Brasil, Rusia, India y China) el mundo es geopolíticamente diverso, multipolar.
      Obviamente, un mundo multipolar es una amenaza para el proyecto de la elite globalista: el Nuevo Orden Mundial es, por definición, unipolar. Esta es la razón por la que estamos ante una especie de segunda guerra fría y existe una creciente tensión entre las fuerzas globalistas plutocráticas y los países emergentes, en cuyo campo no solo militan los países del BRIC, sino también muchos otros como Venezuela, Irán Sudáfrica, Myanmar, Vietnam, etc., que por sus recursos confieren un extraordinario poder al polo opuesto al cártel de los banqueros internacionales.
      En medio de este escenario geopolítico, ¿debemos oponernos al Nuevo Orden Mundial, a un Gobierno Mundial que implica la desaparición definitiva de las naciones-Estado? La globalización económica ha sido, está siendo, catastrófica para la mayoría de las economías nacionales y para la biodiversidad, y nos conduce irremediablemente al colapso social, económico y ecológico generalizado. Sin embargo, es cierto que los problemas sociales y ambientales no tienen fronteras, por lo que necesitamos instituciones políticas globales, incluso un cuerpo legislativo global. En consecuencia, debemos ser “nacionalistas” en lo económico, otorgando el máximo poder en éste ámbito a las instituciones locales y regionales, pero favoreciendo una cierta globalización política en materia de derechos, de justicia social y ambiental.
      Cierto es que las naciones-Estado es un modelo artificial, agotado e inapropiado para el mundo del siglo XXI. Lo que en ningún caso podemos favorecer es la plutocracia, el advenimiento de un gobierno mundial privado de las elites globalistas que quieren acabar con el Estado del Bienestar y retrotraernos a la edad media, reinstaurando la esclavitud, aunque sea una esclavitud consentida gracias a sus sofisticadas técnicas de distracción y control social. En ese sentido, el polo que configuran los BRIC y sus aliados potenciales supone un antídoto para frenar el peligrosísimo avance del proyecto político plutocrático de la oligarquía euro-americana.
      Hoy por hoy el BRIC no constituye un proyecto global alternativo, no existe el riesgo de que transitemos de forma abrupta desde la hegemonía de los Estados Unidos y sus aliados hacia la hegemonía de una nueva superpotencia como China. Desde luego, no podemos compartir el modelo político de China, ni de Rusia, ni de ninguno de los países emergentes, tanto por sus déficits democráticos como por su insuficiente sensibilidad social y ecológica; no podemos alinearnos sin más a favor de los BRIC, pero debemos ser conscientes de que su fuerza aleja el fantasma de la pesadilla orweliana que representa el cártel de los banqueros internacionales y las mega-corporaciones.
      A estas alturas de la crisis mundial, económica, energética y ecológica, es obvio que necesitamos un nuevo modelo de desarrollo, un sistema productivo más sostenible, lo que ineludiblemente pasa por el decrecimiento. Esto implica acabar con la economía de casino, la desregulación y la especulación sin límites que nos ha llevado al divorcio entre la riqueza real y la masa monetaria en su sentido más amplio.
      Hay que poner fin al actual sistema bancario y monetario, a la supremacía del dólar como moneda internacional, acabar con el mercado de los derivados financieros, con la delirante macro estafa de los CDS, cuyo volumen de negocios (700 billones de euros) es 12 veces superior a toda la riqueza mundial, eliminar los paraísos fiscales que custodian más de 10 billones de euros de dinero negro, los privilegios de las grandes fortunas, y tal vez suprimir los Bancos Centrales, racionalizar la producción y el consumo, frenar el deterioro ecológico y buscar solución al inminente fin del petróleo barato (el pico petrolero), cambiando el modelo económico y energético petrodependiente por un modelo basado en la equidad social, la responsabilidad ambiental, la descentralización económica y energética, implementando necesariamente la eficiencia y las energías renovables.
      Esto que parece tan evidente constituye el mayor desafío de la humanidad en este siglo XXI. Pero tampoco debemos olvidar que el sistema capitalista actual, tal como nos revela el poco conocido Informe Iron Mountain, es un sistema basado en el miedo y la guerra permanente, y que sustituirlo por un sistema más justo, basado en la solidaridad, los derechos humanos y la paz, es un reto impostergable que sólo puede ser afrontado con éxito desde un cambio radical de conciencia, erradicando la usura y la corrupción, impregnando de nuevos valores a las instituciones políticas y económicas, lo que requiere enormes dosis de sentido común y perspicacia.
      El capitalismo puede y debe ser sustituido porque es incompatible con la paz y los derechos humanos. Pero la alternativa a la “soberanía nacional” de Sieyés sigue siendo la “soberanía popular” de Rousseau, la democracia directa, transparente, participativa, y de ningún modo nos podemos encomendar al gobierno plutocrático de las elites. A la sociedad de consumo sólo puede sucederle la sociedad del conocimiento.”

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