martes, 17 de julio de 2012

POR LA PUERTA DE LA RISA


Por ahí tengo ahijados textos en prosa y poemas en los que trato de exponer la desazón que causa la certeza de que uno puede hacer poca cosa ante la avalancha de acontecimientos que se le vienen encima. Es verdad que siempre nos queda la palabra, que al menos la protesta se asoma a la ventana de vez en cuando, que en las distancias cortas uno tiene algo más de mano -tampoco demasiada- y ahí se puede segar más heno, que no hay que sacar el pie del agua por mucho que suba la marea, que hay que dar testimonio por si sirve de algo, que hay que afilar el comportamiento para que por uno no quede en evidencia, que…
Pero el ser humano tiene que aliviarse en todos los sentidos, tiene que buscar válvulas de escape por las que huir de la quema, tiene que engañarse aun sabiendo que se está engañando, tiene que buscarle las vueltas a la vida.
Siempre ha sido así. La demostración está en la Historia y en sus acontecimientos. Es verdad que el escape se puede producir por puro egoísmo o por instinto de salvación. En el segundo de los casos, la persona sabe que le da la espalda aparentemente a los acontecimientos. Pero solo aparentemente porque no hace más que encararlos con otro disfraz que le permite reírse de ellos sin dejar de ponerlos en solfa y en evidencia.
En literatura tal vez esto se pueda seguir con más sencillez. La huida se descubre en muchos formatos. Tal vez el más socorrido y uno de los más utilizados se el de la ironía.
Ya se ve que releo estos días la obra inmortal de Cervantes y, también en esto, en presentar la realidad en un tono irónico, creando antífrasis admirables y eternas, es obra definitiva y genial.
Hoy no me resisto a copiar un párrafo en el que un suegro trata de encarecer los rasgos positivos de una aspirante a nuera. Así lo hace:
Cap. XLVII 2ª parte: “Digo pues -dijo el labrador-, que este mi hijo que ha de ser bachiller se enamoró en el mismo pueblo de una doncella llamada Clara Perlerina, hija de Andrés Perlerino, labrador riquísimo; y este nombre de Perlerines no les viene de abolengo ni otra alcurnia, sino porque todos los de este linaje son perláticos, y por mejorar el nombre los llaman Perlerines. Aunque, si va a decir la verdad, la doncella es como una perla oriental, y mirada por el lado derecho parece una flor del campo: por el izquierdo no tanto, porque le falta aquel ojo, que se le saltó de viruelas; y aunque los hoyos del rostro son muchos y grandes, dicen los que la quieren bien que aquellos no son hoyos, sino sepulturas donde se sepultan las almas de sus amantes. Es tan limpia, que por no ensuciar la cara trae las narices, como dicen, arremangadas, que no parece sino que van huyendo de la boca; y, con todo esto, parece bien por extremo, porque tiene la boca grande, y a no faltarle diez o doce dientes y muelas, pudiera pasar y echar raya entre las más bien formadas. De los labios no tengo que decir, porque son tan sutiles y delicados, que, si se usaran aspar labios, pudieran hacer de ellos una madeja; pero como tienen diferente color de la que en los labios se usa comúnmente, parecen milagrosos, porque son jaspeados de azul y verde y aberenjenado. Y perdóneme el señor gobernador si por tan menudo voy pintando las partes de la que al fin ha de ser mi hija, que la quiero bien y no me parece mal.
-Pintad lo que quisiéredes -dijo Sancho-, que yo me voy recreando en la pintura, y, si hubiera comido, no hubiera mejor postre para mí que vuestro retrato.
-Eso tengo yo por servir -respondió el labrador-, pero tiempo vendrá en que seamos, si ahora no somos. Y digo, señor, que si pudiera pintar su gentileza y la altura de su cuerpo, fuera cosa de admiración, pero no puede ser, a causa de que ella está agobiada y encogida, y tiene las rodillas en la boca, y con todo eso, se echa bien de ver que si se pudiera levantar, diera con la cabeza en el techo; y ya ella hubiera dado la mano de esposa a mi bachiller, sino que no la puede extender, que está añudada, y, con todo, en las uñas largas y acanaladas se muestra su bondad y buena hechura.”
Ya se ve que hay encarecimientos y alabanzas que mejor se podían quedar en la bodega, pero que, una vez que han salido a la luz del día, producen más picor que un nido de avispas enfadadas.
La realidad nos ofrece a diario ejemplos en los que picar con fuerza. Demasiadas veces se hace sin compasión ni miramientos, sin análisis y solo con el veneno de la picadura en la boca, con la única vana intención de insultar cuando no se hace otra cosa que quedar en evidencia si las razones no se hacen fuertes… No hay más que leer medios impresos y digitales para entenderlo.
Pero también es verdad que el ingenio se expande como la lava por ahí, en comentarios ingeniosísimos y en sugerencias inesperadas, en ironías amargas y joviales y en antífrasis sabrosísimas.
No es mal escape, no, el de la ironía. ¿Se imagina uno una aproximación por este lado a la figura de esa señora Fabra en el Congreso, o a los diputados peperos aplaudiendo cuando aquello de la guerra de Irak, o a los mismos señoritos en la comisión del 11-M frente a Pilar Manjón? Pues, aunque no se escriba, al menos se puede imaginar. Es un ejercicio de salud mental. Si se hace desde la ironía.

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