lunes, 23 de julio de 2012

¿LEER O NO LEER? ¿QUÉ LEER?


Se suele enfatizar en la bondad de la lectura y elogiar a los que dedican ratos a ella. Ya es proverbial la afirmación de que “no hay libro tan malo que no contenga alguna cosa buena”. No seré yo, que me he pasado la vida entre las páginas, quien diga lo contrario ni quien desanime a nadie en su empeño con la lectura. Ni mucho menos. Pocas actividades me parecen tan provechosas.
Pero me gustaría que, ni siquiera en este asunto tan importante, jugáramos con los tópicos ni nos dejáramos llevar por ellos como si encerraran el sancta sanctorum de las verdades.
Creo que en alguna ocasión he apuntado algo acerca de la importancia en la selección de los libros. Lo he hecho porque tengo casi la certeza de que hay un tanto por ciento muy elevado de ellos que repite un esquema demasiado parecido, y otro tanto por ciento no menos elevado que apenas se eleva por encima de la descripción, dejando de lado las implicaciones sociales o morales de lo que describen, De ese modo se convierten en escopetas de repetición que solo sirven (no es poco pero tampoco es demasiado) en instrumentos de pasatiempo, sin capacidad para mover conciencias ni para hacer pensar y actuar a los lectores.
Hoy quiero dejar el apunte de otra variable que supone la lectura. Es, según me parece, esta: Leer es no aceptar que tu tiempo y tu vida son los únicos posibles. Pienso ahora, claro, sobre todo en las lecturas populares más al uso: novelas, best sellers… En realidad, cada lector busca su propio interés, especializado según sus necesidades, pero todos comparten la necesidad y el placer de compartir otras vidas distintas a las suyas, otros episodios en los que otros personajes, en los que se sienten representados, actúan de forma diferente a como cada uno de los lectores lo haría. Unas veces lo que aporta el libro coincide con los pensamientos del lector y otras no, pero poco importa, lo realmente decisivo es que, a los ojos del que se sienta con un libro es que surge una nueva vida de la nada, vida que ni siquiera le rozaría si no se hubiera producido esa lectura.
Es, pues, un rato de vida prestada, una ilusión ante lo que nunca ha sido y, en todo caso, un regalo añadido a la vida individual, esa que hay que descubrir cada día para ser repetida en casi todos los apartados. Se trata de algo así como de psicoanalizarnos por unos ratos, aunque, en el caso de la lectura, ni siquiera los datos estaban en nuestra conciencia sino que nos los dan directamente para verlos pasar por la imaginación y asentir o disentir ante los mismos.
Tal vez por eso, incluso muchos escritores, desde su función de creadores, se plantean con frecuencia la resolución de dejar de escribir porque piensan que lo que se escribe, en realidad, es lo que no se ha vivido y se querría vivir. O, de otra manera, se plantean esta pregunta: ¿si se puede vivir, para qué es necesario escribirlo? Y, entre vivirlo y escribirlo, no hay color.
Ya sé que estoy simplificando las cosas, como casi siempre, que escribir es otra forma, a veces más intensa, de vivir eso que llamamos realidad. También sé que leer es un regalo y que así es como hay que aceptarlo, como un presente que nos hacen para que nos demos cuenta de que hay otras posibilidades de vida distintas a la que cada día vivimos por las calles, como una manera hermosa y diferente de acercarnos tal vez a la misma realidad, como una posibilidad de ennoblecer la misma existencia.
Pero no querría que se perdiera de vista que la vida es individual e individualizada, que nuestra historia en lo que nos rodea y nos va haciendo a cada uno de nosotros individualmente, lo que anhelamos y conseguimos, lo que queremos y en lo que fracasamos. Y crear nuestra propia vida es maravilloso, mucho más rico que dejarse llevar por la que nos presentan los demás. Así que a colocar cada cosa en su sitio y a no dejarnos llevar por otro tópico, el de la lectura. Aunque sea tan hermoso e importante.
  El filósofo Gilles Deleuze aconsejaba de la siguiente manera: “No lo hagas como yo, hazlo conmigo.” Acaso habría que dar aún un paso más en esto de la lectura; algo así como lo que sigue: Hazlo por ti mismo y a tu manera, pero, si te sirve esta posibilidad que te presento, úsala y vívela. Tal vez para la elección nos ayude la certeza de que tenemos muchas cosas que hacer, solo nos hace falta saber qué, y una posible clave esté en la lectura.
Y ahora me pregunto si estas notas encajan con mi actividad profesoral de toda la vida en el campo de la literatura y con mi desgaste físico entre miles y más miles de páginas de lectura.

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