jueves, 19 de abril de 2012

LAS ARTES Y LAS CIENCIAS

 
En el aluvión de cambios, reformas, recortes y apandamientos aprobados por el Gobierno, se nos ha soltado el señor ministro de educación y cultura (y supongo que deportes) con la gracieta, entre otro sinfín de ellas, de que los centros de enseñanza media ofrezcan simplemente los bachilleratos de ciencias y letras. Parece que volvemos a la simplificación de hace varios decenios.
Me sirve de pie este dato para volver a dar a la ventana unas líneas acerca de aquel viejo concepto de las letras y las ciencias. Parece insignificante pero no es moco de pavo.
Para bien o para mal, esa división, llevada a la exageración, dividía aprendices en más o menos constantes, en más o menos capacitados para la abstracción (eso se decía curiosamente) o en más o menos listos o torpes. Que cada cual se sitúe en la parcela que le venga más cómoda. Después, la sociedad, esta sociedad, colocaba a cada cual en su estima económica o social propia de sus valores más relevantes.
Si extendemos el concepto de “letras” y lo aplicamos a todas las “artes”, quizás la visión se nos ilumine un poco. La llamadas “ciencias” actúan y obedecen al principio de razón y analizan, hasta donde pueden, la pluralidad de objetos producidos en un espacio, en un tiempo y en unas relaciones causa-consecuencia. Es lo que hacen la física, las matemáticas, y las ciencias de la naturaleza. Todas en sus diversas variables. En realidad lo que hacen es intentar dar cuenta de todas las posibilidades que somos capaces de percibir a través de la experiencia. Por eso se llaman ciencias experimentales. La última abstracción, curiosamente, se les escapa. Solo se pueden mover en el plano de las representaciones, de las sombras, de las figuraciones, de las cualidades. La esencia de los objetos, eso que significa el común de las especies, lo que se sitúa más allá de la experiencia individualizada, aquello que no depende de la voluntad de nuestro saber sino que se sitúa lejos de ella y solo se complace en el campo del deleite y por encima del espacio, del tiempo y de la causalidad… Eso es ambrosía guardada solo para los otros.
Los otros son los que sabrosamente se dedican a las artes. Quiero decir a la creación, no a la descripción. Son los artistas. Solo ellos son los que aspiran a salirse de esas ataduras del espacio, del tiempo y de las causas, los que anulan sus voluntades y se evaden de las representaciones, los que aspiran a elevar la categoría temporal de un minuto a valor universal, los que se identifican con la esencia de los objetos y no con sus cualidades, los que anulan la voluntad con tal de llegar al goce, los que, tocados por una varita mágica que tanto tiene que ver con el valor de la intuición, alcanzan la suspensión de juicio racional y gozan o sufren lejos de las leyes humanas, los dioses menores.
¿Qué da esencia a una composición musical, por ejemplo? La abstracción de los sonidos. Es verdad que las circunstancias del tiempo y del espacio pueden ayudar a llegar a la esencia, pero estas variables no son más que eso, circunstancias, y las circunstancias, como las representaciones, no son duraderas sino circunstanciales y caducas. Solo la esencia lo es, y esa esencia está en el valor de los sonidos. Lo mismo sucede en la demás artes, y por eso las principales obras de arte son las que superan el paso del tiempo, son aquellas de las que no importa el lugar en el que se han concebido y menos las razones que puedan explicar su aparición para nosotros.
En este aspecto, con perdón, “los de ciencias” bien pueden reconocer que andan un peldaño por debajo de “los de letras”. Que no se apuren mucho porque la sociedad les reconoce muchas otras cosas mientras que a muchos artistas los ignora de manera absoluta. Por supuesto, muchas veces con razón, pues hay mucho gato representando liebre en la pasarela.

1 comentario:

Jesús Majada dijo...

¡Extraordinario! De lo mejor que te he leído.
Me vienen resonancias lejanas, no solo de Unamuno.
De ‘Las doce en el reloj’ de Guillén, pero hermosamente descrito.
De ‘Ciudad del paraíso’ de Aleixandre, solo que en la meseta.
Y sobre todo, de los halcones en vuelo de altanería: contemplándolo todo, divisándolo todo, poseyéndolo todo…