jueves, 5 de abril de 2012

LA ÚLTIMA CLASE DEL TRIMESTRE

Aquella mañana, como cada día, se habían reunido el maestro y sus discípulos, no para comer ni celebrar ninguna Pascua, sino para completar la última clase del trimestre. Las vacaciones de Semana Santa se acercaban y todos tenían ganas de dejar por unos días los libros para dar sus cuerpos a la naturaleza y a la llegada del buen tiempo.
Habían puesto fin a una tanda de ejercicios. El maestro esperó a que todos los alumnos quedaran en silencio. Utilizó para ello el mismo  método de siempre: se acercó a la ventana, contempló el exterior y aguardó a que todos, desde su silencio, entendieran que el trabajo no podía comenzar sin la atención general.
-          Hoy vamos a ejercitar la escritura colectiva. Crearemos entre todos un texto en el que vamos a verter un decálogo de posibilidades que definan algo que en otros tiempos de imposiciones religiosas se llamaba el Día del Amor Fraterno.
En la primera fila, un alumno levantó la mano y el maestro le concedió turno de palabra:
-          Maestro, yo no soy católico y este asunto a mí no me interesa. ¿No puedo practicar con otro título diferente?
-          Te pido un esfuerzo y un acto de buena voluntad. Y os lo pido a todos, sea cual sea vuestra situación personal –dijo alzando la voz.
Había otras dos manos levantadas pero, en cuanto oyeron estas palabras, volvieron a su sitio. El maestro prosiguió con voz tranquila:
-          Tenéis cinco minutos para pensar en alguna breve frase que represente para vosotros esta afirmación del Amor Fraterno. Después las comunicaremos y las uniremos para ver cuáles son nuestros pensamientos. No olvidéis las enseñanzas de tipo formal que en nuestras clases hemos aprendido. Será este un ejercicio más en el que mostraréis, aunque no os lo parezca, vuestros conocimientos.
La clase mostró primero un aspecto de extrañeza, luego de silencio y, por fin, de concentración. Al cabo de unos momentos, algún alumno comenzó a escribir en su cuaderno. Poco después, todos habían anotado algunas ideas que guardaban como si les diera pudor que sus compañeros las conocieran.
Comenzó pronto el recuento. El ejercicio era sencillo: el alumno leía y el maestro escribía en la pizarra, los demás también pasaban a sus cuadernos lo que veían en el encerado.
-          El Día del Amor Fraterno no debería de ser un día sino un día detrás de otro -dijo el primero.
-          Revisa la última parte de la frase, incluyendo el uso verbal, y verás que puedes mejorarla en redacción y en significado –contestó el maestro.
-          Fraterno procede de frater, sustantivo de la tercera declinación, como pater o mater. Lo aprendí el primer curso de latín, con un profesor al que le gustaban las chicas con minifalda –dijo otro.
-          Coño, como a mí –añadió enseguida un alumno de la tercera fila.
-          Un poco de silencio. Mantened el orden, por favor, y dejad de hacer bromas baratas. El siguiente –dijo mientras se volvía hacia la pizarra para seguir escribiendo.
-          Esto de fraterno se tiene que aplicar no solo a los hermanos de casa sino a las personas que comparten con nosotros la vida, a nuestros amigos, a nuestros vecinos y a todos los que nos rodean.
-          Celebrar el amor fraterno tal vez sea ceder para que todos tengan las mismas oportunidades, para que todos se sientan como hijos de una misma familia, o sea, hermanos.
-          Pero los hermanos tienen distintos gustos y diferentes opiniones –añadió uno más-. La mejor celebración será la de escuchar y respetar esa variedad de opciones.
-          El amor fraterno es que yo tenga lo mismo que mi vecino y que el otro vecino tenga las mismas opciones que yo.
-          No hay amor fraterno si la igualdad solo se predica y no se practica en la realidad.
-          El amor fraterno es no querer para los otros lo que no quieres para ti.
-          Eso es solo un tópico –respondió el de al lado saltándose el turno.
-          El amor fraterno es tal vez hacer que los tópicos no sean solo tópicos sino realidades.
-          El amor fraterno solo se puede conjugar en plural. Es un sintagma especial, de esos que aprendimos hace ya muchas semanas.
-          A mí me gustaría practicar el amor fraterno en mi casa, pero no tengo hermanos para hacerlo.
-          Yo tengo varios pero no creo que pueda con ellos pues mis relaciones no son muy buenas.
-          Amor fraterno es ayudar a los que menos posibilidades tienen de nuestra clase.
En la última mesa se sentaba un alumno menudo y avispado.
-          Oiga, maestro, yo creo que mis compañeros han dicho cosas espontáneas que se les han ido ocurriendo al paso. Son cosas que todos podemos entender y nosotros no somos maestros ni profetas ni nada parecido.
El maestro lo miró fijamente; después miró lentamente a todos los demás y les dijo:
-          Apuntad también las palabras de vuestro compañero como una buena forma de definir el contenido y el significado del sintagma que habíamos propuesto al principio. Y añadid lo siguiente: “Estas normas las hemos creado nosotros mismos, no el maestro ni ninguna otra persona.”
-          Después se volvió, recogió su cartera y se despidió: “Hasta dentro de diez días. Y no olvidéis que vuestro sentido común es vuestro verdadero maestro.”
-          Los alumnos también recogieron sus cuadernos y abandonaron la clase con una sensación entre desconcertante y desorientada.

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