lunes, 16 de abril de 2012

CERRADO POR REVOLUCIÓN


He asistido esta tarde-noche a la representación de la obra “Dinero”, puesta en escena por el grupo salmantino “La Lengua Teatro” y basada en ideas de textos de Aristófanes, actualizados convenientemente. Es un ataque directo contra el poder y la función del dinero y sus estragos en los ciudadanos. Para la actual situación, nada podía venirle con mejor ropaje. Me ha gustado bastante aunque me parece que las referencias son demasiado directas y descarnadas para el formato del teatro. Pero la actualidad lo requiere y no le voy a poner pegas por ello.
En su sencillísimo espacio escénico, aparecía, en un momento determinado, esta inscripción en una gran tela: “CERRADO POR REVOLUCIÓN”. No sé si solo sería una hermosa metáfora o cualquier día terminará por convertirse en cruda realidad.
Que vamos camino del cierre cada día parece menos exageración. El Gobierno bien se ha encargado de proclamarlo a los cuatro vientos. Ellos sabrán si sembrar la desconfianza y el desánimo -el extremo opuesto de “España va bien” o de “No hay crisis”- les trae mejores dividendos y les abona mejor el terreno para sembrar en él todo tipo de recortes y de desregulaciones. La trampa es demasiado descarada. Sobre todo cuando casi nadie se atreve a plantear la posibilidad de que los sistemas sociales también se pueden pensar y hasta modificar o cambiar.
Que vayamos camino de la revolución no parece tan claro porque matar un elefante -el ejemplo hoy tiene guasa- asusta por su enormidad y porque no es fácil situar a otro animal en su lugar como alternativa. De hecho son los principales perjudicados por esta forma de vida los menos dispuestos a ir a la caza del paquidermo, a poner pie en pared o a dejarse oír. A tal grado de sumisión y hasta de atontamiento hemos llegado.
Pienso en ejemplos de cierre físico (tiendas, comercios, pequeños negocios…) y no veo más que vacío y malestar, pero no veo tampoco ningún signo de protesta sino de resignación. Y, por supuesto, también pienso en los cierres de tipo mental e ideológico. Estos pueden ser menos visibles pero causan males más duraderos y sangrantes.
Uno no tiene ninguna vocación de revolución física, por supuesto: “Me he declarado en huelga de enemigos”. Pero me gustaría una revolución de tipo intelectual y moral, mucho más honda y efectiva que la física. No sé si las condiciones ni los ánimos dan para ello. Cada cual sabrá qué formato puede utilizar y la intensidad que le quiere dar.
Pero pienso que habría que cerrar muchas puertas por revolución. Naturalmente, para abrir otras más amplias.

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