domingo, 4 de marzo de 2012

CITAS Y BIBLIOGRAFÍA CERVANTINAS

Me apresuro a señalar elementos positivos y de gozo en mi lectura del Quijote, no siendo que alguien vaya a pensar que mi admiración ha decaído con las sucesivas lecturas. Por cada apunte negativo podría señalar cincuenta que me parecen de asombrosa enseñanza.
Vaya ahora el siguiente como ejemplo.
Aún la obra no está en la imprenta. Seguramente ya está terminada en su desarrollo creativo. Quedan los últimos remates. Se usaba en la época solicitar de otros autores algunas palabras - muchas veces breves poemas- para encabezar el libro. La fórmula no es más que una variante de la clásica captatio benevolentiae y una forma de animar a la lectura desde la laudatio ajena o el argumento de autoridad. Nada distinto a lo que se busca en nuestros días con el encargo de los prólogos. Por su permanencia y actualidad me interesa el ejemplo.
Cervantes no acaba de encontrar pregoneros amigos para su obra (siempre he pensado que el hombre no sabía en qué extraordinaria aventura se estaba embarcando), y anda triste en su casa. Es un amigo quien lo saca de su estado de postración mental. Lo hace con una fórmula sencilla y endemoniada, algo así como lo que sigue: si los demás no quieren hacer este trabajo, hazlo tú y verás qué bien te sale y qué poco vas a tener que agradecer a los demás. Y le descubre la fórmula mágica y sencilla. Entiéndase todo, por favor, en clave literaria.
Prólogo a la obra: “Pues estadme atento y veréis como en un abrir y cerrar de ojos confundo todas vuestras dificultades y remedio todas las faltas que decís que os suspenden y acobardan para dejar de sacar a la luz del mundo la historia de vuestro famoso don Quijote, luz y espejo de toda la caballería andante. (…) Lo primero en que reparáis de los sonetos, epigramas o elogios que os faltan para el principio, y que sean de personajes graves y de titulo, se puede remediar en que vos mismo toméis algún trabajo en hacerlos, y después los podéis bautizar y poner el nombre que quisiéredes, ahijándolos al preste Juan de las Indias o al emperador de Trapisonda. (…) En lo de citar en las márgenes los libros y autores de donde sacáredes las sentencias y dichos que pusiéredes en vuestra historia, no hay más sino hacer de manera que venga a pelo algunas sentencias o latines que vos sepáis de memoria, o a lo menos que os cuesten poco trabajo  el buscalle, como será poner, tratando de libertad y cautiverio: Non bene pro toto libertas venditur auro. Y luego en el margen citar a Horacio o a quien lo dijo. (…) En resolución, no hay más sino que vos procuréis nombrar  estos nombres, o tocar estas historias en la vuestra, que aquí he dicho, y dejadme a  mí el cargo de poner las anotaciones y acotaciones; que yo os voto a tal de llenaros las márgenes y de gastar cuatro pliegos en el fin del libro. Vengamos ahora a la citación de los autores que otros libros tienen, que en el vuestro os faltan. El remedio que esto tiene es muy fácil, porque no habéis de hacer otra cosa que buscar un libro que los acote todos, desde la A a la Z, como vos decís (…) y quizá alguno habrá tan simple que crea que de todos os habéis aprovechado en la simple y sencilla historia vuestra; y cuando no sirva de otra cosa, por lo menos servirá aquel largo catálogo de autores a dar de improviso autoridad al libro…”
La cita es larga pero absolutamente esclarecedora de lo que ocurre con demasiada frecuencia y con escasa necesidad en las acotaciones, citas y bibliografías de numerosas obras. Para quien sepa y quiera leer, la crítica es demoledora.
Pienso, como el autor del Quijote, que se abusa con reiteración de los apoyos en citas de otros autores, cuando lo que realmente interesa (me interesa) es la opinión del que escribe el libro. Ya sé que está en el canon y que luce mucho la cita a pie de página, peor es que con demasiada frecuencia las acotaciones terminan por enmarañar el texto original y las opiniones del autor acaban perdiéndose en la abundancia de monte bajo. Lo de la bibliografía es mejor no meneallo para que no huela pues casi todo el mundo sabe que no se ha utilizado -y en todo caso que no se domina- el mar de obras que se acumulan en orden alfabético como para asustar.
Todo -no habría que recordarlo- dependiendo del grado y del tipo de obra de que se trate, por supuesto.
Así que loor a Cervantes por su crítica tan sagaz. Lástima que después no se prive de las citas, equivocadas no pocas veces. También yo en este apunte he hecho sobre todo cita y no autocita. Qué le vamos a hacer.

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