jueves, 1 de marzo de 2012

ANTOLOGÍA

Por fin llega a mis manos la ANTOLOGÍA “50 poetas contemporáneos de Castilla y León”. Por fin. Nada nuevo ni especial. Si acaso el ver mi nombre al lado de savia tan naturalizada y cuajada como la de Agustín García Calvo, Antonio Colinas, Jesús Hilario Tundidor, Julio Llamazares…; o al lado de gente más cercana como Luis Felipe Comendador, José Luis Morante, Herme G. Donis, J. Mª Muñoz Quirós, Belén Artuñedo…; o las voces más jóvenes que se asoman a las páginas de esta selección.
Es bueno recordar de vez en cuando que hay gente por ahí intentando, muchas veces de forma muy anónima, inventar otros mundos desde la materia vigorosa de la palabra. Lo demás importa mucho menos. Pero es que crear, sacar otros mundos de la nada, inventarse otras posibilidades, retorcer las formas para que horneen nuevos panes, deleitarse o entristecerse ante la contemplación más detallada, demorarse en los detalles sin prisa y sin imposiciones, agitarse uno mismo la conciencia e intentar remover a los lectores, dar vida simplemente… supone un gozo más que cumplido, un placer exquisito o una punzada de dolor extraordinaria. Es la creación el momento en el que uno siente que, de verdad, otro mundo es posible, que la revolución sigue pendiente en cada instante.
Luego vienen las otras variables, que no son tan sabrosas ni dejan la misma satisfacción aunque tal vez sean imprescindibles en alguna medida: las distribuciones, las vanidades, las selecciones, las críticas interesadas o desinteresadas…
Repaso muy deprisa la situación de los autores y observo que muy pocos viven de la creación; casi todos tienen que apoyarse, para comprar el pan, en otras actividades profesionales. Y a mí no me produce esto mucho sosiego. No veo la relación entre el esfuerzo y la recompensa, ni social ni de los mismos creadores. No sucede lo mismo con otras muchas actividades en la vida. Parecería que esto de la creación es solo un añadido que ayuda a entretener el tiempo a quien no tiene otra  ocupación mejor. Me parece absolutamente injusto que al famosillo de turno se le dediquen aplausos con las orejas mientras que al pensador y al creador se le trate casi como a un apestado. Así están las cosas. Ya se sabe que la creación literaria no cotiza en la bolsa ni se incluye en la subida o bajada del PIB. Como no son cuentas… pues son… cuentos. Así de penosillo es todo. Y el futuro no se presenta más esperanzador.
Pero el momento de la creación, el proceso desde la idea hasta el resultado final, solo puede ser vivido por el dios menor que se pone a ello y se atreve a visualizar para sí y para los demás otras posibilidades, inexistentes hasta ese momento. Todo el mundo se pierde el placer o el dolor, la lucha con la palabra y con el significado, las aristas que se van limando, la explosión desbordada, la soledad sonora, la sequía o la inundación del proceso creativo, salvo el propio escritor. No es poco para el creador. A pesar de su vanidad.
Me reconforta visualizar una vez más que hay gente por ahí que sigue en la pelea, en la lucha feliz de la palabra.

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