lunes, 2 de enero de 2012

QUÉ TIPOS TAN RAROS


Estoy elaborando un trabajo escrito que ocupa los principales principios de la teología. Lo hago por una obligación determinada y confieso que no puedo hacer otra cosa que resumir elementos y textos que ya me vienen dados. No importa: el propósito lo exige y paso por ello con tranquilidad.
Como esta es mi ventana y aquí nadie me obliga a nada, salvo mi otro yo que también me vigila y a veces me retiene, sí podré volver a decir que los asuntos de credo de esta religión son, cuando menos, abstrusos, si no claramente ininteligibles para mentes un poco racionales. Tal vez sea mi torpeza, y sean mis limitaciones, pero han convertido todo esto en un popurrí y en una macedonia en los que cabe todo, lo mismo el blanco que el negro y lo mismo la noche que el día, con tal de que aparentemente salvemos una explicación inverosímil sobre algo ya preconcebido. Después, con alegar que “los caminos del Señor son infinitos”, nos quedamos perplejos y seguimos dándole a la Historia y al discurrir del mundo.
Mucho más que lo que yo pueda extraer personalmente de semejante laberinto me llama la atención la situación en la que han tenido que vivir durante ya milenios todos los que por estos mundos occidentales han sido. Porque ahora uno, con suavidad y tratando de no herir susceptibilidades, se puede atrever a mostrar dudas y, de vez en cuando, sencillamente a mostrar la disconformidad con lo que siempre se ha concebido como universal y único. ¿Y hasta hora? Cuántas guerras en nombre de las religiones, cuántas incomprensiones, cuántos estate quieto y tente tieso, cuántas represiones de las físicas y de las mentales… Qué historia tan desgraciada.
En forma paralela a este trabajo, leo unos textos de Francisco de Vitoria (“Relecciones sobre los indios y el derecho a la guerra”), mente lucidísima para su época y muy adelantado a sus días. Y qué cantidad, con perdón, de sandeces y de requilorios con tal de salvar lo insalvable. Qué cantidad de recovecos y de alcantarillas, cuánto circunloquio y nominalismo por si hay alguna rendija por la que salvar, aunque sea solo un poquito, las barbaridades del emperador y de los ministros de la iglesia en América. Uno tiene la impresión de que hoy no aguantaría ni un minuto en discusión abierta con cualquier alfabetizado racionalmente. Ya sé que son palabras duras, pero invito a leer y a extraer consecuencias. “De todas las historias de la Historia, la más triste, sin duda…”
Y, aunque en la teoría hayamos dado pasos importantes, en la práctica no lo tengo tan claro a la vista de costumbres, de imposiciones, de sometimientos a los mismos dioses o a otros que se superponen. Pufffffffffffffffffffffffffffff

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