jueves, 12 de enero de 2012

"A NINGUNA PERSONA..."

Esta es la primera Dedicatoria de Quevedo en su libro “Los sueños”:
“A ninguna persona de todas cuantas Dios crió en el mundo
Habiendo considerado que todos dedican sus libros con dos fines; que pocas veces se apartan: el uno, de que la tal persona ayude para la impresión con su bendita limosna; el otro, de que ampare la obra de los murmuradores; y considerando, por haber sido yo murmurador muchos años, que esto no sirve sino de tener dos de quien murmurar: el necio, que se persuade que hay autoridad de que los maldicientes hagan caso, y del presumido, que paga con su dinero esta lisonja, me he determinado a escribille (el libro) a trochimoche y a dedicarle a tontas y a locas, y suceda lo que sucediere. Quien le compra y murmura, primero hace burla de sí, que gastó mal el dinero, que del autor, que se le hizo gastar mal. Y digan y hagan lo que quisieren los mecenas, que como nunca los he visto andar a cachetes con los murmuradores sobre si dijo o no dijo, y los veo muy pacíficos de amparo, desmentidos de todas las calumnias que hacen a sus encomendados, sin acordarse del libro del duelo, más he querido atreverme que engañarme. Hagan todos lo que quisieren de mi libro, pues yo he dicho lo que he querido de todos. Adiós, mecenas, que me despido de dedicatoria.”
Olvidemos los leísmos, por favor, tan extendidos ya entonces, y pensemos en las dos condiciones más frecuentes para la publicación de un libro. Son muy explícitas: la pasta y el argumento de autoridad. Y aun ese argumento de autoridad no procede de la fuerza cultural sino otra vez de la fuerza que acumula quien más pasta tiene. O sea, pasta y más pasta.
Era la época de Quevedo tiempo de mecenazgo, con toda la cantidad de cortapisas y de censuras que eso acarrea. El excelso autor parece tirar por la borda todo lo que supone la sujeción a cualquier mecenazgo, pero el muy ….. , inmediatamente después se pone en brazos del poderoso de turno para que lo ampare con su paraguas económico y de poder social. Pelillos a la mar.
Pienso en la cantidad de gente que crea en el momento actual (at the moment, que corregiría Celestino) y en las enormes dificultades que tienen para dar a la luz de una manera ajustada sus creaciones. Es verdad que se ha abierto esa ventana universal que es internet, pero ha dado cabida a tanto visitante que ha terminado por confundir a primeras marcas con tenderos de tres al cuarto y a joyas engastadas con bisutería de la más barata.
Y sospecho que este refugio va a ser aún más frecuentado por muchos que buscaban su acomodo en las ganancias de premios y saraos. Los tiempos se anuncian turbios para estos oscuros caminos. La ley de propiedad intelectual no ayuda mucho y la baja consideración de la cultura no acompaña en tiempos de estrecheces.
Tal vez lo mejor sea dar gusto a la expresión de Quevedo: “escribille a trochimoche y dedicarle a tontas y a locas, y suceda lo que sucediere”.
Pero, si puede ser, sin tanto leísmo.

1 comentario:

pancho dijo...

La propiedad intelectual y la publicación en internet son dos conceptos que casan regular. Y tienes razón, la invasión de información y contenidos de la red, devalúa y confunde. Se hace necesario algo que ayude a jerarquizar, sobre todo para el gran público, que puede que no tenga el criterio formado.

¡Vaya lista de improperios hechos endecasílabos! (ni el más indignado Quevedo) Me he reído con ganas leyendo e imaginando la situación.

Aquí le dan una gorra a uno y se cree capitán general.

Un abrazo.