miércoles, 2 de noviembre de 2011

PONER LA VELA

          
Parece que no ganamos para sustos y que lo peor está aún por llegar. Me levanto últimamente con el sonsonete de las noticas y de las opiniones que en la SER se van desgranado cada mañana. Procuro ponerme la coraza porque tampoco estoy dispuesto a venirme al suelo desde primeras horas, pero oigo, escucho y sigo sacando conclusiones.
Mañana mismo empieza la campaña, una campaña que ya está hecha desde hace muchos meses y que arrojará una victoria aplastante de la derecha. No será, desde luego, con mi voto. Y no lo será porque me resisto a simplificar en el esqemita de que lo que no funciona mal hay que cambiarlo por principio. No antes de analizar por qué sucede lo que sucede y qué se puede vislumbrar para el futuro. Mientras en niveles populares, de esos que los alfabetizados puedan entender, no se discurra y serenamente no se vuelva a los principios, dejándose apabullar solo por lo más inmediato, conmigo que no cuenten.
Sigo reclamando los principios y las ideas trabadas, la ideología y la mirada amplia. Aunque los tiempos no den tregua y mucha gente no disponga de un momento siquiera porque la necesidad la acucia.
¿Por qué no hay algún medio público que, en vez de dar minutos de mítines, en los que se dice lo que quieren oír los asistentes y las frases preparadas para los medios, no se analiza un principio cada día desde los puntos de vista de los partidos que se presentan? Si es que los tienen distintos, claro, Y, si son los mismos, también.
A mí me dan ganas de hacer algo de eso durante todos estos días. Pero es que yo no soy experto ni cobro un real por glosar conceptos; tampoco soy ningún aspirante a nada y acaso tampoco me escuche nadie, y menos, me haga caso.
Por ejemplo, unas palabras acerca de la CAPITALIZACIÓN. Parece claro que vivir por encima de las posibilidades no conduce a buenas metas. Claro que, si no se matiza, que me digan a mí qué puede gastar una familia que no tenga ingresos. Según este principio, que se muera directamente para no gastar por encima de lo que puede.
Pero podemos suponer que, en conjunto, incluso es necesario no solo no gastar por encima de lo que se puede (ladrillazos y similares) sino ahorrar y dejar campo libre y seguro para las generaciones que nos sucedan. Esto, en conjunto o en particular es lo que se llama capitalización. La persona, la fábrica o el grupo que no tengan en su horizonte cierto grado de capitalización corren el riesgo de la zozobra y hasta de la quiebra o la desaparición. El ejemplo de la industria textil de esta ciudad en la que vivo podría muy bien ejemplificar lo que digo. Me pregunto si los que más se han descapitalizado son las personas, las familias, los bancos o el Estado. Al menos habría que tener la honradez de repartir responsabilidades y no hacer un pimpampún de los demás cuando acaso no podamos ni mirarnos al espejo.
El motor de la capitalización en un régimen capitalista no es otro que el deseo particular de agrandar  los beneficios particulares; si una fábrica o un banco se capitaliza, lo que busca es obtener mayores beneficios para sus dueños o para sus accionistas. Para ellos solos. La comunidad únicamente les interesa como campo de mercado en el que poder seguir actuando. Desde un punto de vista socialista, la recapitalización podrá exigir sacrificios pero los pedirá a todos y buscará con esos beneficios que el futuro sea más positivo también para todos. Porque lo que interesa a la visión capitalista es el bien particular, mientras que el eje del punto de vista socialista es la comunidad, el ser humano como tal, no como dueño. El apoyo ideológico del socialismo tiene que ser moral mientras que el del capitalista es simplemente económico; el primero es común mientras que el capitalista es individual y siempre egoísta.
Desde estas dos bases tan diferentes, no parece que sea la misma una petición de sacrificios o de esfuerzos a los ciudadanos, claro que no. Para ello, por supuesto, tienen que estar claros algunos principios, algunas ideologías; de lo contrario, todo nos parecerá que tiene el mismo sello. Y así…
Yo me apunto a un socialismo humanista, a un planteamiento colectivo en el que se busque la mejora y la felicidad del individuo, pero de cualquier individuo de la comunidad. Por eso creo en la sentencia de don Antonio Machado que me gusta recordar: “Por mucho que un hombre valga, nunca tendrá valor más alto que el de ser hombre”. Claro que también es sentencia del maestro la siguiente: “En política solo triunfa quien pone la vela donde sopla el aire; jamás quien pretende que sople el aire donde pone la vela”.

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