lunes, 15 de agosto de 2011

LA NACENCIA

Asistí hace muy pocos días a un recital del cantautor Luis Pastor en La Alquitara. MI debilidad por los cantautores es bien conocida y a Luis le tengo un afecto especial por varias razones.
Se arrancó con su Soy, un autorretrato en el que yo me veo tan representado y que siempre me tira del corazón cuando lo escucho Y enseguida, tan ta ta chán, una canción que me transportó a mis años más juveniles, un texto que yo he leído y cantado muchas decenas de veces. No sé cuánto tiempo hacía que no lo oía de nuevo. Es La Nacencia, un poema de Luis Chamizo, escrito en Castúo, ese recio dialecto extremeño que, al lado de cantares excesivos en “la lengua de los machos que otros días triunfaron en América”, es capaz de poner sostén a otras dicciones cargadas de ternura y de hondo sentimiento como esta. Tal vez posea también algún grado de sensiblería. Me importa bien poco. Qué sorpresa tan agradable. Juro que la canté a la vez que lo hacía Luis en la tarima, mientras mis carnes se abrían de emoción.
Pero algo falló. No vi que Luis Pastor le imprimiera la intensidad que él puede darle y que el texto y la música exigen. Cuando terminó el concierto, mientras charlábamos un rato, le reñí amablemente por esa falta de intensidad. Él ya había observado que yo conocía muy bien la canción y que la había cantado con él, y me reconoció, también amablemente, que la queja estaba justificada. Por lo demás, bien por Luis Pastor y por todos los cantautores, que entienden que una canción es una armonía entre una melodía y un texto, y que no suele haber  canción solo como juego sino como carga de mensaje, como “arma cargada de futuro”, si es capaz de remover un poco las tripas del oyente.
En desagravio de la propia canción y en recuerdo de otros buenos tiempos, copio aquí las estrofas de este largo texto y de este hondo relato:
LA NACENCIA:
“Bruñó los recios nubarrones pardos
La luz del sol que s´agachó en un cerro,
Y las artas cogollas de los árboles
d´un coló de naranjas se tiñeron.

A bocanás el aire nos traía
los ruíos d´alla lejos
y el toque d´oración de las campanas
de l´iglesia del pueblo.

Ibamos dambos juntos, en la burra,
por el camino nuevo,
mi mujé mu malita,
suspirando y gimiendo.

Bandás de gorriatos montesinos
volaban, chirriando por el cielo,
y volaban p´al sol qu´en los canchales
daba relumbres d´espejuelos.

Los grillos y las ranas
cantaban a lo lejos,
y cantaban tamién los colorines
sobre las jaras y los brezos,
y roändo, roändo, de las sierras
llegaba el dolondón de los cencerros.

¡Qué tarde más bonita!
Qu´anochecer más güeno!
¡Qué tarde más alegre
si juéramos contentos!...
- No pué ser más- me ijo- vaite, vaite
con la burra pal pueblo,
y güervete de prisa con la agüela,
la comadre o el méico...
Y bajó de la burra poco a poco,
s´arrellenó en el suelo,
juntó las manos y miró p´arriba,
pa los bruñíos nubarrones recios.

¡Dirme, dejagla sola,
dejagla yo a ella sola com´un perro,
en metá de la jesa,
una legua del pueblo...
eso no! De la rama
d´arriba d´un guapero,
con sus ojos reondos
nos miraba un mochuelo,
un mochuelo con ojos vedriaos
como los ojos de los muertos...
¡No tengo juerzas pa dejagla sola;
pero yo de qué sirvo si me queo!

La burra, que roía los tomillos
floridos del lindero
careaba las moscas con el rabo;
y dejaba el careo,
levantaba el jocico, me miraba
y seguía royendo.
¡Qué pensará la burra
si es que tienen las burras pensamientos!

Me juí junt´a mi Juana,
me jinqué de roillas en el suelo,
jice por recordá las oraciones
que m´enseñaron cuando nuevo.
No tenía pacencia
p´hacé memoria de los rezos...
¡Quién podrá socorrregla si me voy!
¡Quién va po la comadre si me queo!

Aturdío del tó gorví los ojos
pa los ojos reondos del mochuelo;
y aquellos ojos verdes,
tan grandes, tan abiertos,
qu´otras veces a mí me dieron risa,
hora me daban mieo.
¡Qué mirarán tan fijos
los ojos del mochuelo!

No cantaban las ranas,
los grillos no cantaban a lo lejos,
las bocanás del aire s´aplacaron,
s´asomaron la luna y el lucero,
no llegaba, roändo, de las sierras
el dolondón de los cencerros...
¡Daba tanta quietú mucha congoja!
¡Daba yo no sé qué tanto silencio!

M´arrimé más pa ella;
l´abrasaba el aliento,
le temblaban las manos,
tiritaba su cuerpo...
y a la lus de la luna eran sus ojos
más grandes y más negros.

Yo sentí que los míos chorreaban
lagrimones de fuego.
Uno cayó roändo,
y, prendío d´un pelo,
en metá de su frente
se queó reluciendo.
¡Qué bonita y que güena,
quién pudiera sé méico!
Señó, tú que lo sabes
lo mucho que la quiero.
Tú que sabes qu´estamos bien casaos,
Señó, tú qu´eres güeno;
tú que jaces que broten las simientes
qu´echamos en el suelo;
tú que jaces que granen las espigas,
cuando llega su tiempo;
tú que jaces que paran las ovejas,
sin comadres, ni méicos...
¿por qué, Señó, se va morí mi Juana,
con lo que yo la quiero,
siendo yo tan honrao
y siendo tú tan güeno?...

¡Ay! qué noche más larga
de tanto sufrimiento;
¡qué cosas pasarían
que decilas no pueo!
Jizo Dios un milagro;
¡no podía por menos!
Toito lleno e tierra
le levanté del suelo,
le miré mu despacio, mu despacio,
con una miaja de respeto.
Era un hijo, ¡mi hijo!,
hijo dambos, hijo nuestro...
Ella me lo pedía
con los brazos abiertos,
¡Qué bonita qu´estaba
llorando y sonriyendo!

Venía clareando;
s´oían a lo lejos
las risotás de los pastores
y el dolondón de los cencerros.

Besé a la madre y le quité mi hijo;
salí con él corriendo,
y en un regacho d´agua clara
le lavé tó su cuerpo.
Me sentí más honrao,
más cristiano, más güeno,
bautizando a mi hijo como el cura
bautiza los muchachos en el pueblo.

Tié que ser campusino,
tié que ser de los nuestros,
que por algo nació baj´una encina
del caminito nuevo.

Icen que la nacencia es una cosa
que miran los señores en el pueblo;
pos pa mí que mi hijo
la tié mejor que ellos,
que Dios jizo en presona con mi Juana
de comadre y de méico.

Asina que nació besó la tierra,
que, agraecía, se pegó a su cuerpo;
y jue la mesma luna
quien le pagó aquel beso...
¡Qué saben d´estas cosas
los señores aquellos!

Dos salimos del chozo,
tres golvimos al pueblo.
Jizo Dios un milagro en el camino;
¡no podía por menos!

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