lunes, 22 de agosto de 2011

EL OJO DE LA PIRÁMIDE


Esto escribía Gramsci en algún lugar: “Ocurre siempre que los individuos pertenecen a más de una sociedad particular y a menudo a sociedades que se contradicen objetivamente. Una política totalitaria tiende precisamente: a) a conseguir que los miembros de un determinado partido encuentren en este todas las satisfacciones que antes encontraban en una multiplicidad de organizaciones, es decir, tiende a romper todos los hilos que ligan a estos miembros a organismos culturales ajenos; b) a destruir todas las organizaciones restantes o a incorporarlos a un sistema del que el partido sea el regulador único.”
El papa acaba de decir en Madrid: a) Se debe luchar contra la ciencia sin límite; b) España debe progresar sin renunciar a su alma católica… Ha dicho muchas más lindezas, pero este par de perlas nos valen para el collar.

Parece claro que de estos dos textos se podría extraer la misma consecuencia, tanto para las  organizaciones sociales y políticas como para las religiosas. Pero hay una diferencia fundamental: mientras que en el primero se advierte de los peligros que conlleva cualquier organización que aspire a recoger toda la realidad, en el segundo se defiende este empeño como último fin y con cara de estar descubriendo el séptimo cielo.
Estamos en el S XXI y hay instituciones que siguen ancladas en el fondo del saco de los tiempos. La Iglesia es, sin duda, una de ellas. Y, además, no siente pudor en venir sencillamente a insultar a otros territorios establecidos social y políticamente. Parece que, para mal de todos, no le va demasiado mal, si nos fijamos en el éxito que alcanza en sus convocatorias y en las formas de sumisión  que consigue de los representantes de esas comunidades a las que tanto reconviene y hasta perdona la vida. Las religiones monoteístas –estoy harto de escribirlo- no tienen solución en este asunto, pues parten de un vértice superior al que aspiran y que ampara toda la realidad inferior. Por eso las afirmaciones farisaicas de “no hay salvación fuera de la Iglesia” u otras similares, que también se han podido oír estos días.
Lo peor, tal vez, es que el peligro existe también en todas las organizaciones sociales y políticas. Y estas nos ocupan cada día y cada hora. Y nos van a ocupar aún más en los próximos días y meses. Tal vez sería provechoso hacer un ejercicio de humildad y de sentido común, elevar la mirada un poco y pensar que por ahí fuera tal vez también circule el aire y que acaso algo nos puedan  indicar los otros.
Quiero decir los que actúan desde el sentido común y aspiran al bien colectivo y no a la ganancia particular. Repito, si es que se busca el bien común y no el simple hecho de ganar en una contienda, sea esta electoral, deportiva, académica o de tomar vinos por las noches. Veremos.

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