viernes, 29 de julio de 2011

ENTRE VACILACIONES

Once días exactos desde aquel momento en el que entraba en el quirófano para someterme a una operación de columna, con la que me debería librar de la descompensación  de una hernia anular.
 Estoy en casa y aún no he dicho nada en mi cuaderno de bitácora. Hay varias razones, pero dos destacan por encima de las demás. Una es que aún me encuentro con escasas fuerzas para concentrarme en nada; la otra es mi deseo de no volver con demasiado detalle a momentos que no he superado del todo aún.
No es poco constatar que, aunque con mucha lentitud, todo parece que va mejorando y que mi cuerpo se va adaptando a su nueva situación, con algo menos de lo que fue suyo y con un poquito más de lo que le pertenecía. La jugarreta se inició bastantes días antes y contiene muchos detalles que, acaso, darán para una reflexión más larga, pero hoy quiero ahorrarlos porque me parece más saludable y porque prefiero encararlos con más fuerzas y con más garantías de éxito.
Solo quiero dejar apuntadas algunas líneas esquemáticas. Una tiene que ver con las facilidades que aún sigue teniendo la medicina privada frente a la pública, sobre todo en lo referente a plazos; otra con los adelantos y las garantías que ofrecen las cirugías frente a las infecciones; una más con el significado del dolor y el descubrimiento de situaciones en las que eres totalmente dependiente (“se canta lo que se pierde”); y una más con la importancia de la relación médico paciente, con independencia de los éxitos o fracasos médicos.
Mientras tanto, mi mente sigue operativa para sumar y para restar, para archivar y para seleccionar, para almacenar en el recuerdo las presencias y las ausencias, las llamadas y los olvidos… Pero, por encima de todo, sigue operativa para declararme en huelga de enemigos, para entender, que, sea cual sea la explicación que quiera darle a cada caso (prácticamente todos han sido estupendos), no tengo ningún interés en buscar ni enfrentamientos ni malas caras. A todos, que han sido muchos, muchas gracias, y a los que no, pues también muchas gracias. Me reafirmo una vez más en la máxima que anoto de vez en cuando: Solo quiero querer y que me quieran. Lo demás no me interesa, y, si lo encaro, es para incorporarlo al campo de la máxima.
Hace mucho calor y mi cuerpo va reaccionando muy lentamente, se enfrenta y se va enderezando entre protestas y vacilaciones. Voy a ver si lo ayudo: se lo merece.

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